-CULTURAS JUVENILES-


Los jóvenes han sido importantes protagonistas de la historia del siglo XX en diversos sentidos. En ese entonces fueron más propiamente pensados como "estudiantes", empezaba a ser claro que un actor social que tendía a ser visto con temor o con romanticismo y que había sido "construido" por una pujante industria cinematográfica como un "rebelde sin causa'".
Muchos jóvenes se integraron a las guerrillas y a los movimientos de resistencia, en distintas partes del continente, fueron pensados como "guerrilleros" o "subversivos".
La derrota política, pero especialmente simbólica de esta etapa genero el descredito de las banderas de la utopía y el repliegue hacia lo privado volvieron prácticamente invisibles en el terreno político, a los jóvenes de la década de los ochenta.
El "nuevo" poder económico y político que se conocería como neoliberalismo, los jóvenes del continente empezaron a ser pensados como los "responsables" de la violencia en las ciudades. Desmovilizados por el consumo y las drogas, aparentemente los únicos factores "aglutinantes" de las culturas juveniles, los jóvenes se volvieron visibles como problema social.
Empezaron a ocupar espacios en la nota roja o policiaca en los medios de comunicación y a despertar el interés de las ciencias sociales.
Al finalizar la década de los ochenta y en los tempranos noventa, una nueva operación semántica de bautizo estaba en marcha: se extendía un imaginario en el que los jóvenes eran construidos como "delincuentes" y "violentos". El agente manipulador de esta etapa, sería la "droga". Así arrancó la última década del siglo XX.
El siglo XXI arranca con evidentes muestras de una crisis político-social. De maneras diversas y desiguales, los jóvenes han seguido haciendo estallar las certezas y han continuado señalando, a través de los múltiples modos en que se hacen presentes, que el proyecto social privilegiado por la modernidad en América Latina ha sido, hasta hoy, incapaz de realizar las promesas de un futuro incluyente, justo y, sobre todo, posible.
- Los contextos y la condición juvenil
La juventud como hoy la conocemos es una "invención" de la posguerra, en el sentido del surgimiento de un nuevo orden internacional que conformaba una geografía política en la que los vencedores accedían a inéditos estándares de vida e imponían sus estilos y valores. La sociedad reivindicó la existencia de los niños y los jóvenes, como sujetos de derechos y, especialmente, en el caso de los jóvenes, como sujetos de consumo.
Los jóvenes deberían ser retenidos durante un período más largo en las instituciones educativas. La ampliación de los rangos de edad para la instrucción no es nada más que una forma "inocente" de repartir el conocimiento social, sino también, y principalmente, un mecanismo de control social y un dispositivo de autorregulación vinculado a otras variables.
Es también en la posguerra cuando emerge una poderosa industria cultural que ofertaba por primera vez bienes "exclusivos" para el consumo de los jóvenes, pero no el único el ámbito de la industria, musical fue el más espectacular.
Para el historiador Eric Hobsbawm, la cultura juvenil se convirtió en la matriz de la revolución industrial del siglo XX, visible en los comportamientos y costumbres, pero sobre todo en el modo de disponer del ocio.
La profesionalización de los dispositivos institucionales para la Vigilancia y el control de un importante segmento de la población, va a crecer al amparo de un Estado benefactor que introduce elementos "científicos" y "técnicos" para la administración de la justicia en relación con los menores. Centros de internamiento, tribunales especializados, ya no castigo, si no rehabilitación y readaptación, van a transformar el aparato punitivo para los menores Infractores.
Es la necesidad de la sociedad de generar dispositivos especiales para un segmento de población que va a irrumpir masivamente en la escena pública y la conciencia de que ha "aparecido" un nuevo tipo sujeto para el que hay que generar un discurso jurídico que pueda ejercer una tutela acorde con el clima político, y que al mismo tiempo opere como un aparato de contención y sanción.
Son tres procesos los que "vuelven visibles" a los jóvenes del siglo XX:
- La reorganización económica por la vía del aceleramiento industrial, científico y técnico, que Implicó ajustes en la organización productiva de la sociedad;
- La oferta y el consumo cultural, y
- El discurso jurídico.
La incapacidad del sistema educativo del Estado para ofrecer y garantizar educación para todos, el crecimiento del desempleo y de la sobrevivencia a través de la economía informal, indican que el marco que sirvió como delimitación para el mundo juvenil, a través de la pertenencia a las instituciones educativas y a la incorporación tardía a la población económicamente activa, está en crisis.
El deterioro en el ámbito económico y laboral y una crisis generalizada en los territorios políticos y jurídicos, mientras que se fortalecen los ámbitos de las industrias culturales para la construcción y reconfiguración constantes del sujeto juvenil. El vestuario, la música, el acceso a ciertos objetos emblemáticos, constituyen hoy una de las más importantes mediaciones para la construcción ídentitaria de los jóvenes, que se ofertan no sólo como marcas visibles de ciertas adscripciones sino, fundamentalmente, como lo que los publicistas llaman, con gran sentido, "un concepto". Un modo de entender el mundo para cada estilo en la tensión identificación-diferenciación.
El mundo se achica y la juventud internacionalizada que se contempla a sí misma como espectáculo de los grandes medios de comunicación, encuentra, paradójicamente, en una globalización que tiende a la homogeneización, la posibilidad de diferenciarse y sobre todo, alternativas de pertenencia y de identificación que trascienden los ámbitos locales, sin negarlos.
Se fortalecen los sentidos de pertenencia y se configura un actor "político", a través de un conjunto de prácticas culturales, cuyo sentido no se agota en una lógica de mercado.
No se trata aquí de rastrear las formas en que las sociedades han construido la categoría "jóvenes'', sino de enfatizar el error que puede representar pensar a este grupo social como un continuo temporal y ahistorico. Para entender las culturas juveniles es fundamental partir del reconocimiento de su carácter dinámico y discontinuo. Los jóvenes no constituyen una categoría homogénea, no comparten los modos de inserción en la estructura social, lo que implica una cuestión de fondo: sus esquemas de representación configuran campos de acción diferenciados y desiguales.
La gran mayoría de los estudios sobre culturas juveniles no han logrado problematizar suficientemente la multiplicidad diacrónica y sincrónica en los "modos" de ser joven, y las más de las veces esta diferencia ha sido abordada (y reducida) al upo de "inserción" socioeconómica de los jóvenes en la sociedad en los estudios pueden reconocerse básicamente dos tipos de actores juveniles:
- Los que han sido pensados como "incorporados", cuyas prácticas han sido analizadas a través o desde su pertenencia al ámbito escolar, laboral o religioso; o bien desde el consumo cultural;
- Los "alternativos" o "disidentes", cuyas prácticas culturales han producido abundantes páginas y que han sido analizados desde su no-incorporación a los esquemas de la cultura dominante.
Es hacia finales de la década de los ochenta y a lo largo de los noventa cuando puede reconocerse la emergencia paulatina de un nuevo tipo de discurso comprensivo en torno a los jóvenes. De carácter constructivista, relacional, que intenta problematizar no sólo al sujeto empírico de sus estudios, sino también a las "herramientas" que utiliza para conocerlo. Se trata de perspectivas interpretativo-hermenéuticas, que van a intentar conciliar la oposición exterior-interior,
Los jóvenes van a ser pensados como un sujeto con competencias para. Referirse en actitud objetivante a las entidades del mundo, es decir, como sujetos de discurso, y con capacidad para apropiarse (y movilizar) los objetos tanto sociales y simbólicos como materiales, es decir, como agentes sociales.
En otras palabras, se reconoce el papel activo de los jóvenes en su capacidad de negociación con las instituciones y estructuras. En el modo constructivista y centralmente cultural que ha dado forma a los estudios de esta etapa, resulta fundamental señalar la importancia que ha tenido otra vertiente de trabajos que, abrevando en una larga tradición latinoamericana, se ubican más en una perspectiva de crónica periodística.
- El punto de quiebre
Por otra parte, los estudios en torno a los jóvenes que transitan por las rutas "predecibles" tienden a ser dispersos y escasos. Otra característica muy importante de es que en varios casos el objeto principal de estudio no lo constituyen los jóvenes, sino que son enfoques centrados por ejemplo en el aparato escolar, en las comunidades eclesiales de base u otros grupos de carácter religioso, en las fábricas, en los sindicatos, cuyos autores están más interesados en los modos de funcionamiento de instituciones y espacios que en las culturas juveniles. Los jóvenes aparecen entonces en su rol de "estudiantes", de "empleados", de "creyentes", de "obreros".
En este sentido, son la narrativa cinematográfica y la literatura las que han logrado interesantes acercamientos analíticos y críticos en torno a los espacios tradicionales de socialización de los jóvenes, como la escuela, la familia, el trabajo, sin "perder" al sujeto juvenil.
Aquí se muestra al joven como un actor posicionado socioculturalmente, lo que significa que hay una preocupación por comprender las interrelaciones entre los distintos ámbitos de pertenencia del joven -la familia, la escuela, el grupo de pares, al tiempo que se enfatiza en el sentido otorgado por los jóvenes a la grupalización, con el significado de "comunidades imaginarias" (Anderson1983) a las cuales adscribirse.
Pensar a los jóvenes en contextos complejos demanda una mayor articulación entre las diferentes escalas geopolíticas, locales y globales y, un tejido más fino en la relación entre las dimensiones subjetivas y los contextos macrosociales.
Resulta urgente "deconstruir" el discurso que ha estigmatizado a los jóvenes, a los empobrecidos principalmente, como los responsables del deterioro y la violencia, ya que: "la preocupación de la sociedad no es tanto por las transformaciones y trastornos que la juventud está viviendo, sino más bien por su participación como agente de la inseguridad que vivimos y por el cuestionamiento que explosivamente hace la juventud de las mentiras que esta sociedad se mete a sí misma para seguir creyendo en una normalidad social que el descontento político, la desmoralización y la agresividad expresiva de los jóvenes están desenmascarando" (Martín Barbero, 1998;23).
- La construcción de lo juvenil
Los jóvenes en tanto categoría social construida no tienen una existencia autónoma, es decir al margen del resto social, se encuentran inmersos en la red de relaciones y de interacciones sociales múltiples y complejas.
Para situar al sujeto juvenil en un contexto histórico y sociopolítico, resultan insuficientes las concreciones empíricas, si éstas se piensan con independencia de los criterios de clasificación y principios de diferenciación social que las distintas sociedades establecen para sus distintos miembros y clases de edad.
A este respecto Bourdieu (1994) ha señalado que las relaciones entre la edad biológica y la edad social son muy complejas y que "hablar de los jóvenes como de una unidad social, de un grupo constituido, que posee.
Anteriormente se planteó que son tres las condiciones constitutivas centrales desde las que se ha configurado y clasificado socialmente al sujeto juvenil en el mundo contemporáneo: los dispositivos sociales de socialización-capacitación de la fuerza de trabajo; el discurso jurídico y la llamada industria cultural.
Aunada a estas tres esferas, hoy una dimensión muy importante está conformada por los dominios tecnológicos y la globalización.
- A través de su paso, por afirmación o negatividad, por las instituciones de socialización.
- Por el conjunto de políticas y normas jurídicas que definen su estatuto ciudadano para protegerlo y castigarlo,
- Por la frecuentación, consumo y acceso a un cierto tipo de bienes simbólicos y productos culturales específicos.
En los dos primeros los jóvenes han sido definidos como sujetos pasivos que se clasifican en función de las competencias y atributos que una sociedad particular considera deseables.
En algunos países, especialmente en la región sudamericana, enfrentarse a una violencia social temprana, protagonizada en buena medida por los sectores más jóvenes de la sociedad, llevó a diversas organizaciones no gubernamentales a un trabajo urgente sobre el terreno. Ello derivó en un excelente trabajo cotidiano de intervención realizado en medio de unas coyunturas dramáticas, que han dificultado un proceso más pausado de reflexión teórica.
En los encuentros latinoamericanos sobre juventud, la queja recurrente de quienes tienen la responsabilidad de operar programas de atención a la juventud, es siempre la falta de tiempo para "recuperar la práctica", como suele decirse en la investigación-acción. Así que existen infinidad de experiencias muy interesantes y ricas en resultados y en intuiciones que se agotan en la propia práctica sin ayudar a reformular la teoría.
En relación con las concreciones empíricas de los modos de agregación e interacción juvenil, se plantean cuatro conceptos clave:
- El grupo: este concepto hace referencia a la reunión de varios jóvenes que no supone organicidad, cuyo sentido está dado por las condiciones de espacio y tiempo.
- El colectivo: refiere a la reunión de varios jóvenes que exige cierta organicidad y cuyo sentido prioritariamente está dado por un proyecto o actividad compartida; sus miembros pueden o no compartir una adscripción identitaria, cosa que es poco frecuente.
- Movimiento juvenil: supone la presencia de un conflicto y de un objeto social en disputa que convoca a los actores juveniles en el espacio público.
- Identidades juveniles: nombra de manera genérica la adscripción a una propuesta identintaria.
Se proponen además tres conceptos ordenadores cuya pertinencia está dada por el tipo de mirada privilegiada por el observador externo:
- Agregación juvenil: permite dar cuenta de las formas e grupalizacion de los jóvenes.
- Adscripciones identitarias: nombra los procesos socioculturales mediante los cuales los jóvenes se adscriben presencial o simbólicamente a ciertas identidades sociales y asumen unos discursos, unas estéticas y unas prácticas.
- Culturas juveniles: hace referencia al conjunto heterogéneo de expresiones y practicas socioculturales juveniles".
La escuela se erige en fiscal, juez y jurado, pero difícilmente se asume como parte de la problemática de las culturas juveniles y mucho menos como propiciadora de esa problemática por su incapacidad de entender que el ecosistema bidimensional que descansaba centralmente en la alianza familia-escuela ha sido agotado, y que entre una y otra institución hay un conjunto complejo de dispositivos mediadores, entre ellos los medios de comunicación, que posibilitan al joven el acceso simultáneo a distintos mundos posibles.
Margaret Mead recurre a un triple esquema para explicar la reproducción sociocultural; para ella existen tres tipos de culturas:
- La posfiguratíva, que en términos simples es aquella en la que los niños aprenden de sus mayores. El presente y el futuro están anclados en el pasado. Son propiamente las culturas de la tradición;
- La cofigurativa es aquella en la que tanto niños como adultos aprenden de sus pares. El futuro está anclado en el presente. Son propiamente las culturas de la modernidad avanzada;
- La prefigurativa es aquella cultura en la que los adultos aprenden de los niños; para Mead, se trata de un momento histórico sin precedentes en el que los jóvenes adquieren y asumen una nueva autoridad mediante su captación prefigurativa del futuro aún desconocido.
Hay que señalar que toda clasificación es arbitraria y planteada siempre en función de ciertos supuestos; en tal sentido, lo que interesa rescatar de Mead, es el señalamiento de que la sociedad está experimentando un nuevo momento cultural, donde pasado y presente se reconfiguran a partir de un futuro incierto y que son los jóvenes los actores "mejor dotados" para asumir la irreversibilidad de los cambios operados por elementos tales como la mundialización, el desarrollo tecnológico, la internacionalización de la sociedad, entre otros. Los jóvenes adquieren y asumen una nueva autoridad mediante su captación prefigurativa del futuro aún desconocido".
La propuesta de Mead debe ser colocada en referencia a la multitemporalidad de los procesos sociales, especialmente en el caso de América Latina, lo que significa hacerse cargo de que nuestra modernidad debe ser entendida como un presente que comporta "una vasta historia de signos culturales heterogéneos" (Hopenhayn, 1995). En otras palabras, al interior de una misma sociedad pueden presentarse simultáneamente formas post, co y prefigurativas que, coincidiendo en el espacio y en el tiempo, no comparten los modos de relacionarse con el futuro y con el pasado", vectores que modalizan las relaciones sociales.
- Entre la insumisión y la obediencia biopolitica de las culturas juveniles
El cuerpo es el vehículo primero de la socialidad, de su conquista y domesticación depende en buena medida el éxito o el fracaso de un proyecto social. Hoy, cuando la secularización y el lujo de informaciones han puesto en crisis la hegemonía de un modelo único, las sociedades parecen debatirse, en términos generales, entre dos grandes narrativas. De un lado, el cuerpo liberado y obstinadamente "joven", con su parafernalia de tratamientos, ejercicios y modas donde "lo joven se libera de la edad y se convierte en un imaginario" (Martín Barbero, 1998); el cuerpo como expresión del espíritu de una época en la que "el abdomen de lavadero" en el caso de los varones y "el ombligo perfecto" que requiere la moda femenina, se convierten en persecución itinerante tras ese cuerpo juvenil transformado en nueva deidad del consumo. De otro lado, el cuerpo pecador castigado por la ira divina a través del sida, metáfora de la derrota del cuerpo.
En la biopolitica, su objetivo es el sometimiento del cuerpo a una disciplina que lleva a la optimización de sus capacidades y al incremento de su utilidad (Foucault, 1979).
En cuanto a los jóvenes, interesa destacar cuatro grandes áreas en relación con la bíopolítica:
- Las dimensiones raciales en sus vínculos con la pobreza,
- El consumo,
- La moral pública
- La dimensión de género.
La Biopolítica del consumo
El crecimiento de una industria globalizada dedicada a la producción de bienes y mercancías para los jóvenes es pasmoso: ropa, zapatos, alimentos, discos, videos, aparatos electrónicos, canales de televisión por señal (MTV es el mejor ejemplo), frecuencias radiofónicas, fanzines y revistas, se ofertan no sólo como productos sino como "estilos de vida". La posesión o acceso a cierto tipo de productos implica acceder a un modo particular de experimentar el mundo que se traduce en adscripciones y diferenciaciones identitarias.
Los bienes culturales no son solamente vehículos para la expresión de las identidades juveniles, sino dimensión constitutiva de ellas. La ropa, por ejemplo, cumple un papel central para reconocer a los iguales y distanciarse de los otros, se le transfiere una potencia simbólica capaz de establecer la diferencia, que una mirada superficial podría leer como homogeneidad en los cuerpos juveniles.
"El fetichismo que se está desarrollando en los barrios con las botas de marca llega a tal extremo que la mayoría de los jóvenes que hemos encontrado muertos en los últimos dos años estaban descalzos. En nuestras operaciones de recorridos de barrios hemos encontrado ranchos donde no hay ni siquiera un catre donde dormir, pero donde paradojicarnente encontramos estantes cerrados con varios candados, en los que los azotes guardan, contra las malas intenciones, sus botas Nike.”
Lo que el "efecto Nike" señala es la imperiosa necesidad de trascender la especulación ensayística y visualizar la complejidad del llamado consumo cultural como un ámbito en el que se juegan muchas más cosas que la liviandad o levedad del ser. El análisis de las identidades juveniles no puede realizarse al margen de una biopolítica del consumo como mediación entre las estructuras y las lógicas del capital y la interpretación cultural del valor.
Lo que interesa aquí en todo caso es señalar algunas áreas para la reflexión y la investigación, en tanto que una biopolítica del consumo, entendida como la clasificación disciplinaria de los cuerpos juveniles a través del acceso y frecuentación de cienos bienes materiales y simbólicos, no puede abordarse desde una perspectiva apocalíptica que culpe de todo a la globalización o, de otro lado, a una mirada que desestime la acción de estos mercados globalizados al centrar su atención en sus manifestaciones "light" y aparentemente insubstanciales y, mucho menos al margen de las respuestas desde contextos históricos y sociales particulares de los jóvenes.
La biopolltica es, pues, un elemento de control y clasificación social, que hoy se expresa de maneras diversas que van de la normalización mediante decretos uniformadores, hasta la "levedad" del mercado.
La sociedad incrementa los dispositivos de vigilancia sobre los jóvenes, sospechosos de darle forma a las "pluralidades confusas, huidizas" (Foucault, 1979). El encuentro (no sólo entre los jóvenes) es peligroso porque confiere el sentimiento de pertenencia a un gran cuerpo colectivo capaz de impugnar a los poderes. Por ello, el biopoder busca descolectivizar: "a cada individuo su lugar; en cada emplazamiento un individuo" (Foucault, 1979).
Los jóvenes son peligrosos porque en sus manifestaciones gregarias crean nuevos lenguajes, y a través de esos cuerpos colectivos, mediante la risa, el humor, la ironía, desacralizan y, a veces, logran abolir las estrategias coercitivas.
En las sociedades contemporáneas, pese a las conquistas democráticas y al indudable avance en la aceptación del cuerpo. Los niños y los jóvenes, son disciplinados poco a poco, hasta que asumen el caminar huidizo y silencioso de los "buenos" cuerpos ciudadanos.
El espacio se segmenta para los cuerpos clasificados: arriba, el gesto político que se asume superior; abajo, el cuerpo del pueblo, al que se le permite de vez en vez, una inversión carnavalesca del poder. Afuera, los cuerpos expulsados, adentro, los cuerpos asépticos y domesticados. Las clasificaciones elaboradas por la biopolitica devienen exclusiones, de ahí que en el movimiento de respuesta, muchos jóvenes busquen impugnar a través de sus prácticas y del uso del cuerpo ese orden social que los controla y excluye y, de maneras no explicitas, muchos otros se esfuercen, pese a su encanto por el mercado, por transformar el "lugar común" del consumo en un "lugar significado".
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